Hoy toca hablar de la noticia que ha eclipsado todas las demás durante toda la semana; la detención de Mario Conde por la presunta comisión de un delito de blanqueo de capitales entre otros.

No voy a escribir tanto del caso particular sino de la figura delictiva que se le está atribuyendo, y que últimamente se está convirtiendo en el modo de guardar sus ahorros las altas esferas de nuestro país.

Sobre este tema hay mucha confusión, cuando en tan sólo 3 pasos podemos situarnos en el 301 del Código Penal con penas que van desde los 6 meses a 6 años de prisión y multa del triplo del valor de los bienes. Veámoslo.

En primer lugar, necesitamos obtener dinero de una actividad ilícita. Es decir, que el blanqueo requiere como primer requisito, la comisión de un delito previo o anterior del que se obtengan bienes o dinero. Piénsese por ejemplo, en un delito de tráfico de drogas: recibir dinero de la venta de drogas o en el caso de Mario Conde que ese dinero provenga del Caso Banesto (aún está por probar).

En segundo lugar, una vez tenemos el dinero (¡no olvidemos que proviene de un delito!) ocultamos dicho origen. Y ¿cómo lo hacemos? Pues depositando pequeñas cantidades en cuentas bancarias. Digo pequeñas para que no se alerten los bancos. Modus operandi llevado a cabo “presuntamente” por Mario Conde, pero que esta ocasión resultó tosco e inoportuno, pues con 600.000 € saltaban todas las alarmas habidas y por haber.

Por último, una vez que el “dinerito” está en el banco, comienzan las transacciones entre diferentes cuentas, de tal modo que todos esos traspasos despistan / dificultan el rastreo del verdadero origen ilícito del mismo.

Rápidamente comentar que el 2º requisito sería el “conocimiento”: saber que los bienes que se reciben u ocultan provienen de un delito. Y con él, tres niveles tenemos. El que tenía pleno conocimiento de ese origen, y por tanto será castigado como autor de un delito doloso. Aquí me gustaría dejar apuntada una interesante teoría que se estudia en Criminología que es la “teoría economicista del delito” cuyo creador, Becker entendía que los criminales cometen los delitos si los beneficios de hacerlo superan el costo esperado de cometerlo.

El segundo nivel, es aquél que no llega a tener un pleno conocimiento pero sin embargo, sí puede llegar a sospechar que proviene de un delito. Aquí se enfrentará a un delito doloso a título de dolo eventual.

Por último, el tercer nivel, y dónde podríamos situar la “inconsciencia” del Sr. Soria; la persona que no sabe que el dinero que recibe viene de una conducta delictiva pero que debería haber tomado precauciones. Actuación negligente que le llevará a ser castigado por un delito imprudente.
Es muy lamentable que leer el periódico cada mañana se esté convirtiendo prácticamente en un manual de delitos económicos cometidos por personas con importantes cargos dentro de nuestro país, muchos de ellos salpicando no sólo al gobierno sino a la corona.

La sociedad avanza y con ella la criminalidad, y mientras ello ocurre, seguimos bajo pautas de investigación de leyes del siglo XIX. Sería deseable que desapareciera la percepción que tiene gran parte de nuestra sociedad, y con sociedad me refiero a los que pagamos nuestros impuestos y ni siquiera podemos ir a Suiza a comprar chocolate, de una absoluta impunidad, donde los delincuentes visten de traje y corbata de Chanel.

Me quedo con las ganas de profundizar más en este tema, que sin duda no tiene nada que ver con el dinero sino con la ambición, poder y codicia. Mientras tanto os pongo una frase que Gordon Gekko decía en la magnífica película que tiene como título el que hoy he utilizado:
“- Su cifra. La cantidad de dinero que necesita para retirarse lejos y seguir su vida. Creo que todo el mundo tiene su cifra y usualmente es una cifra exacta. ¿Cuál es la suya?

-Más.”