Hace apenas unos meses nos levantábamos con la noticia de la detención del ya considerado como “El enemigo público número uno”, me refiero al presunto pederasta de Ciudad Lineal (Madrid).

Pero sabemos ¿qué significa pederasta?

A menudo nos encontramos con que se utilizan los términos “pederastas” y “pedófilos” como sinónimos, cuando la realidad es que no son lo mismo, ni siquiera equivalentes.
La pedofilia, también conocida como paidofilia (paidós–niño), puede definirse como la atracción sexual que siente un adulto por niños o preadolescentes. En cambio, debemos reservar las prácticas sexuales con menores para la pederastia.

Son patologías diferentes. Si atendemos a la definición, vemos que la diferencia está en la acción, en el acto que se lleva a cabo en una y en otra. Los pedófilos no pasan a la acción, sí los pederastas.

En otras palabras, el pederasta es la persona que traspasa la línea de observar, ver vídeos o películas, fotografías de menores… Esto último es lo que hace el pedófilo.
¿A qué me refiero con pasar a la acción? Me refiero ni más ni menos, a que el sujeto lleve a cabo prácticas sexuales con los menores, a cometer un delito sexual que más adelante veremos.

La distinción entre la atracción sexual hacia los niños y el delito de abuso sexual no parece inoportuna. En el primer caso, el sujeto que siente atracción por menores no está cometiendo ningún delito. En el marco del Código Penal español, ser pedófilo no es un delito. Normalmente este sujeto sí suele consumir material pornográfico infantil y aquí es donde podríamos asociarle algún delito de los recogidos en el mismo y a los que dedicaré próximamente un artículo íntegro.

Comete delito el sujeto que opta por mantener relaciones sexuales con niños o niñas.

En el nuevo Capítulo II bis del Título VIII del Libro II del CP, encontramos agrupados todos los delitos referidos a abusos y agresiones sexuales a menores de 13 años. Edad que debe tenerse en cuenta desde el punto de vista cronológico y no desde el punto de vista intelectual o mental. No va referido a la madurez del niño o niña. Es de saber, que a partir de 13 años, si existe consentimiento expreso del menor, no estaremos ante ningún delito.

Delitos que concretamente vienen establecidos en el Art. 183, donde el número 1 va referido a los abusos sexuales, el número 2 a las agresiones sexuales, en el número 3 se establece una cualificación específica, en el número 4 las agravaciones que elevarán la pena hasta la mitad superior y finalmente, en el número 5 una pena de inhabilitación especial para el caso de que el responsable sea una autoridad, agente o funcionario público.

Resumidamente y debido a que son numerosas las conductas que encajarían en uno u otro concepto, podría nombraros algunas que involucrarían a un menor en un contexto sexual ajeno y que se calificarían en este caso como agresión sexual. Así, un beso en la mejilla, nariz o boca, o tocamientos de zonas íntimas como pueden ser los pechos, muslos o nalgas; incluso existen sentencias condenatorias bajo esta calificación por tocar el vientre por encima del pantalón. Sin embargo, no estaríamos ante una agresión sexual con tocamientos o apretones aprovechando grandes aglomeraciones como se dan en determinados transportes públicos o incluso en grandes espectáculos.

Todas las conductas recogidas en el precepto referido exigen DOLO, esto es, tanto el conocimiento sobre el carácter sexual del acto y la edad o situación de la víctima, como la VOLUNTAD de ejecutarlo. Si el sujeto actúa bajo un error que incida sobre los elementos del tipo exigidos (edad de la víctima, consentimiento…) nos acogeremos al Art. 14, en el cual se establece el error de tipo que de ser VENCIBLE dará lugar a la impunidad de la conducta.

Los recientes acontecimientos sucedidos en nuestro país, así como los pasados y no olvidados (recordemos el sonado Caso Mariluz) donde se ha suscitado una enorme alarma social, se hace necesario que se esté atento a cualquier señal extraña que notemos en el niño, teniendo en cuenta la mayor dificultad que encuentran para mostrar o transmitir a los adultos sus sufrimientos y problemas así como que desafortunadamente, debemos decir que el hombre del saco existe.