A finales de septiembre el Decano del Ilustre Colegio de Abogados de Cartagena escribió un post en su blog personal que ha dado mucho que hablar en estos días, el cual tituló “Pobres abogados”. Don José Muelas comenzó sosteniendo que “entre los abogados hay bolsas de pobreza; no de escasez o de apretura, sino de pobreza”. Dicha afirmación no sólo es cierta sino que además tiende a perpetuarse en el tiempo, aunque la economía en su conjunto mejore. El Decano, puntualizó algunos de los motivos por los que los abogados somos pobres, decía así: “¡ay el gobierno!, dictando leyes para entregar los divorcios a los notarios, sacar procedimientos hereditarios de manos de los abogados para entregarlos también a los notarios, congelando las retribuciones del turno de oficio, derogando las faltas de tráfico para hacer caro el antes gratuito proceso para reclamar por las lesiones producto de los accidentes, imponiendo tasas a las personas jurídicas”.

Ahora bien, ¿son sólo esas las causas de la pobreza del gremio? La respuesta es no y permítanme, sin mirar a nadie en concreto pero sí al colectivo, que les cuente las causas de ello:

Somos pobres porque hemos consentido tener el IVA al 21%, es decir un tipo impositivo de lujo, como si la justicia no fuera un servicio de primera necesidad, cuando por ejemplo los médicos e incluso los psicólogos están exentos de aplicarlo. Resulta obvio que ni los primeros ni los segundos desempeñan una labor social superior a la nuestra, cuando, en rigor, la libertad es el valor supremo de la Constitución.

Somos pobres porque el colectivo está subvencionado y la subvención genera pobreza a largo plazo. Los abogados hemos consentido que el estado español nos pague una miseria y a destiempo en concepto de subvención por los honorarios devengados en el turno de oficio. Si el estado por mandato constitucional tiene que garantizar la justicia gratuita que lo haga, si bien no a nuestra costa ni de la forma tan perrera como actualmente lo hace, donde las mujeres no cobran ni un euro durante su maternidad y donde la hora de trabajo se abona a unos cinco euros cochinos de media.

Somos pobres porque hemos consentido ser abogados de compañías sin ser personal a cargo de la compañía aseguradora, es decir trabajamos como asalariados siendo autónomos.

Somos pobres porque hay exceso de número. Y somos tantísimos abogados porque la mano invisible de Adam Smith yace esposada por las subvenciones y por los malvenidos ingresos dinerarios que percibimos los abogados de las compañías aseguradoras. De esta forma la oferta y la demanda que proporciona el mercado no es capaz de autorregularse, así que todos terminamos picando de la tarta, si bien es cierto que pocos somos los que quedamos plenamente saciados.

Somos pobres porque no hay precio en los servicios que ofertamos. Sirva como ejemplo la tabla de honorarios publicada en el año 2002 por el ICA Cartagena, la cual es de imposible aplicación practica en el mercado actual. Lean la norma 10: “Se podrá utilizar el sistema de retribución por unidad de tiempo empleado, recomendándose 100 Euros por cada treinta minutos o fracción”. Que si actualizamos el precio, la hora sale a 259 euros de los de hoy, más el IVA y/o menos la retención correspondiente.

Somos pobres porque no hemos sido capaces de ir adaptando nuestro modelo de negocio a la realidad social del momento. Si los bancos se fusionan, ¿por qué los bufetes no?

Somos pobres porque estamos en plena crisis y no somos capaces de hacer esfuerzos adicionales, como trabajar los viernes por la tarde, abrir los sábados o no cerrar en el mes de agosto.

Porque mientras sigamos mirando para otro lado, seguiremos siendo tan pobres como nos estamos ganando ser. Considero que las bolsas de pobreza en el gremio tienen solución y el primer paso para la recuperación comienza por el debate sin tapujos en el seno de los Colegios Profesionales. El segundo paso es alcanzar un acuerdo de mínimos entre todos los abogados para salir de la crisis sectorial que atravesamos, sin que ello afecte a la libre competencia. Dejar de ser pobres tiene solución, es solo cuestión de actuar sin hipocresía y sin dobles debates. A tiempo estamos, compañeros.