Corría el año 1991 cuando sostuvo don Francisco Umbral desde su columna habitual en el diario El País, que “Los socialistas, la derechona, Felipe, Aznar, Pujol y Ardanza, todos necesitan un José Muelas que galvanice el protocolo demoburocrático y devuelva la palabra al pueblo.” Esto lo afirmó el escritor tras el congreso de la CDS, en el que el señor Muelas, puesto en píe y parlando por derecho, impuso su enmienda a la totalidad ante todos los presentes, que le aclamaron con vítores de ¡viva Muelas! Asimismo, Umbral, aseguró que “es la primera eclosión democrática, recental, matinal y abrileña de nuestra partitocracia (…) le devuelve a su partido y a nuestra política el ventarrón inaugural del pueblo”.
En el año 2015, cuando don José Muelas, mi decano, se presentó a las elecciones del Ilustre Colegio de Abogados de Cartagena, reconocí públicamente que mi voto era para él, porque había sido capaz, en tan sólo cuatro años, de recuperar la función social de tal honorable institución. Algo nada habitual en una España inconexa y despersonalizada donde, en la mayoría de las ocasiones, las instituciones de la sociedad civil, yacen prostituidas y alejadas de la misión para la que fueron creadas, miren sino a los sindicatos, las patronales, los ateneos, las asociaciones, las universidades, las academias y demás. Poco queda de ellas.
En cambio, fíjense la importancia que tiene dotar a las instituciones de alma, lo inusitado y por tanto lo noticiable del hecho, he aquí un ejemplo: un periodista de The New York Times telefoneó al Colegio de Abogados de Cartagena para entrevistar al señor Muelas, a fin de preguntarle por su acción política, su mircoacción política, que estaban llevando, en las redes sociales y fuera de ellas, contra las tasas, en favor de una justicia al alcance de todos, independiente, con medios y donde se garantice la tutela judicial efectiva.
El sector de la clase política que no sabe –ni quiere saber– cómo se articula el poder del pueblo, podrá pensar que los colegios o cualquier otra institución civil, no están para hacer política, si bien es cierto que es la forma que tienen los colectivos, desde ese mundo restringido de competencias, de no taparse y dar la opinión en favor de su sentir mayoritario. Por ello y para ello, en nuestro régimen constitucional la soberanía reside en el pueblo y no en la corona o en los partidos políticos.
Sin ánimo de ser exhaustivo, les diré que este decano ha conseguido el mantenimiento del colegio para que no fuese eliminado por ley; que no cerrasen el Palacio de Justicia de Cartagena; ha luchado incesablemente por las supresión de las tasas -batalla que se culminará dentro de unos meses con éxito-; ha logrado que no cerrasen el Registro Civil; ha saneado económicamente el colegio, consiguiendo a su vez que éste sea uno de los más baratos de España y con los mismos servicios.
Su última batalla la está lidiando a través de change.org para suspender LEXNET. Además, tiene más brigadas desplegadas por el territorio -como la petición de una Ciudad de la Justicia en Cartagena, donde se incluya un Juzgado de lo Mercantil, un Juzgado de Menores y hasta una sección de TSJ si fuera preciso, ya que nuestro partido judicial abarca unos 220.000 habitantes y la sección quinta de la Audiencia Provincial alrededor de 400.000 y nuestros jueces no dan abasto, al estar la media muy por debajo de la media española, siendo esta a su vez es la mitad de la media de la UE-.
Por último decir que a pesar de que se le conozca más por todo lo expuesto anteriormente y por estar entre los 10 abogados más influyentes en redes sociales de España, hay que decir que es un gran penalista y orador, y que hasta hace unos años era difícil encontrar por la zona, un abogado que hubiera celebrado tantos asuntos con tribunal del jurado que él.
Por lo menos, me queda el consuelo de que la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación ha reconocido, hace unos meses, su saber y su talento como jurista, al nombrarlo Vocal de la Sección de Derecho Procesal de la misma. Mi enhorabuena, maestro.